La idea

 

No estábamos preparados para esto.

Un día, sin que pudiéramos pararlo, nos vimos encerrados en nuestra propia casa. La muerte esperaba en la calle.

Nos quedamos sin poder abrazar a los nuestros. Ni amigos ni vecinos ni padres ni hijos ni hermanos…

Solos. Atrapados en nuestra casa. El hogar pasó a ser el refugio. El búnker.

Nos dimos cuenta entonces de que no estábamos preparados para esto. No lo pudimos sospechar ni en las fantasías más cinematográficas.

Varios meses después, cuando ya le habíamos puesto una cama en nuestra propia casa a la desesperación, llegó el día en el que por fin pudimos volver a sentir la libertad de los pasos más allá del dormitorio. La salida a la calle, como volver a nacer, como aprender a caminar por segunda vez. La distancia social, las miradas que hablan, las bocas en sordina bajo las murallas que nos enmascaran y protegen…

La segunda ola.

Las fiestas ilegales, las imprudencias, la relajación.

Otra vez el horror en la pantalla de la televisión a las tres de la tarde. Otra vez el miedo.

Y entonces pasó algo que nadie esperaba. Con la pandemia vimos cosas que jamás hubiéramos creído. Las películas de terror y ciencia-ficción se rodaban en nuestro bloque, en nuestra calle, en nuestro trabajo. El virus venía a por alguien cercano. Sin embargo, hasta a eso nos acostumbramos.

Hasta que, antes de la Navidad, ocurrió algo todavía peor. Nos dimos cuenta de que siempre ha habido una verdad oculta que algunos no podían ver.

Os la gritamos y no la escuchasteis. Os lo suplicamos de rodillas y hay quien prefirió ignorarla.

En nuestro instituto hay alrededor de mil personas entre alumnado, profesorado y personal no docente. Si sumamos a sus familias, hablamos tranquilamente de cuatro o cinco mil contactos directos. ¿En qué punto, con qué inocente imprudencia, podría comenzar la macabra cadena de la muerte?

Cuando llegues a los últimos segundos de nuestra película, encontrarás la respuesta. Se te mostrará esa verdad que ha estado ante tus ojos aunque no has podido verla.

Entonces sentirás el escalofrío de escuchar tu nombre en una lista en la que desearías con toda tu alma que jamás te hubieran inscrito…